lunes, 9 de agosto de 2010

El deleite olvidado de lo corpóreo II


"Las fotos domèsticas son las reliquias del mundo posmoderno"

Don Slater



Es increíble como la inmaterialidad nos ha alcanzado y sin darnos cuenta es algo ya completamente normal en nuestra vida cotidiana. Me refiero a la descorporeización de la información. Esto salió a tema porque desde hace unos días me he dado a la tarea de imprimir algunas fotos que siempre había tenido en archivo digital, fotos para mí significativas pero que por desidia no había visto impresas. Recordé un texto que me encontré hace unos años de Fabrizio Andreella llamado ¨Genealogía del ojo posmoderno¨, donde cita a Neil Postman: ¨El telégrafo eliminó el espacio como inevitable obstáculo al movimiento de la información, y por primera vez la transportación y la comunicación se deslindaron una de la otra¨. Antes del telégrafo la información o el mensaje estaban unidos al mensajero el cual transportaba un archivo físico que se tocaba.

La tecnología ha hecho que ahora practicamente no toquemos nada, ni cartas, ni imágenes, los cuales ahora son simplemente codificados, convertidos en números, en señales eléctricas.


Tiene tiempo que por ejemplo nadie me enseña un album fotográfico, esta en desuso el libro con las fotos familiares, pareciera que esta actividad de completa intimidad e integración familiar se ha transferido a un medio más público y que implica observar al otro de manera solitaria, el Facebook, donde hasta la mirada satisface una necesidad diferente a la de conocer la infancia o el origen de una persona allegada o conocida, es morbo por el hecho de observar en completo anonimato. Las redes sociales han democratizado el ego de cada uno, los 15 minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol se convirtieron en una amalgama de exhibicionismo de miles de identidades, sin objeto real más que tener una vida social virtual, alterna y vacía.


Es definitivo que este cambio tecnológico ha modificado nuestros hábitos de socialización, ahora en lugar de convocar a la familia para mostrar el album de fotos, uno invita a que las vean en alguna red social. La imagen en nuestra vida cotidiana se ha vuelto una herramienta más de la narrativa multimedia con la que hacemos nuestra vida social. Compartimos nuestras vivencias diarias convirtiéndolas en meras anécdotas las cuales no llegan a ser más que una hiper exhibición de nosotros mismos, un homenaje al ego que resulta ser además efímero. El ritual doméstico de mostrar una construcción de identidad familiar pasó a lo público creando una nueva fase en donde los fotografiados son meros "conocidos" o potenciales amigos.


Lo corpóreo desaparece, por lo tanto es difícil crear un arraigo con algo o con alguien, somos una sociedad solitaria desde hace varias décadas, desde que las pantallas son parte de nuestras relaciones humanas.